Viruta
Era martes. Ese día llevamos los de mi clase tan repleta de cuadernos y libros la mochila, que el peso nos obliga a andar cabizbajos, mirando sólo los pies de las personas con las que nos cruzamos. Por eso me fijé en el alcorque, lleno de una asquerosa agua amarillenta con espumas blancuzcas. Estaba pensando que el árbol se iba a morir, cuando vi asomar entre tanta porquería una cabecita que intentó tomar aire antes de hundirse de nuevo. No se cómo me atreví a meter el brazo, pero el caso es que lo hice y saqué un bicho pequeño que olía espantoso.