Raban el héroe
Desde la medianoche, el perro de la vieja BMW, equipado con un gorro de piel y unas gafas de motorista, me miraba fijamente. Desde las cinco y media, las palomas del tejado me sacaban de quicio con sus arrullos. Y desde hacía veintisiete minutos y trece segundos, se había hecho de día.
Yo estaba en la cama, a punto de reventar de impaciencia. Maldita caca de vaca, aquélla fue la noche más larga de mis nueve años de vida.