Una niña aborigen confía a su diario su confusión, su desconsuelo y su perplejidad tras haber sido arrancada del seno de su familia para ser integrada por la fuerza en el mundo de los blancos, y ser educada a su imagen y semejanza. El descubrimiento y la afirmación de su identidad –unidos a los avatares de un país joven y en plena transformación– es un camino largo y difícil. En esta obra, interesante desde el punto de vista social y humano, la denuncia de una dura e incómoda verdad histórica de la que poco se conoce, y menos en nuestras latitudes, está por encima del valor literario. Una niña aborigen confía a su diario su confusión, su desconsuelo y su perplejidad tras haber sido arrancada del seno de su familia para ser integrada por la fuerza en el mundo de los blancos, y ser educada a su imagen y semejanza. El descubrimiento y la afirmación de su identidad –unidos a los avatares de un país joven y en plena transformación– es un camino largo y difícil. En esta obra, interesante desde el punto de vista social y humano, la denuncia de una dura e incómoda verdad histórica de la que poco se conoce, y menos en nuestras latitudes, está por encima del valor literario.

El diario de Mary Talence

Miércoles, 27 Enero 1937.

Mi nombre es Mary Talence. Antes me llamaba Amy Charles, pero me cambiaron el nombre hace cinco años cuando vine a vivir aquí al Hogar. Yo entonces solo tenía cinco años y hoy cumplo diez. Y tú fuiste un regalo de la Madre Rose. Ella es la encargada de aquí y es casi como una verdadera mamá para mí. Siempre me regala algo por mi cumpleaños, porque soy su favorita. Me quiere tanto que me dejó quedarme aquí en el hogar por mucho más tiempo que los demás niños. La mayoría de las niñas que están aquí cuando cumplen los diez tienen que marcharse al Hogar de Niñas de Cootamundra, y los niños se van al Hogar de Niños de Kinchela.