Flanagan de luxe
Mediodía del último mes de julio, lunes.
En el rincón más oscuro del sótano, sede social de la Agencia de Investigaciones Flanagan.
Allí se suponía que no hacía tanto calor como en el resto del edificio, pero yo estaba derrengado en la silla, derritiéndome como mantequilla en un horno, mientras dictaba el informe definitivo para una de nuestras clientas.
Bajo la luz del flexo, a unos cuantos grados más de temperatura, mi hermana Pili le daba a la prehistórica Olivetti portátil. Mis ahorros no me alcanzaban todavía para comprar un ordenador.