Felix y el mundo al revés
El rat...a...tat...tat del tractor del helicóptero provocó que los pájaros cantores se dispersaran por el jardín del centro de estudios, como si alguien hubiera arrojado un puñado de joyas al aire.
Felix observó cómo transportaban una camilla atravesando el césped. El hombre que yacía en ella había sufrido la picadura de tantos insectos que tenía la cara hinchada como un sapo y la piel, pelada en varias zonas, era de un intenso color cobrizo.
–Hemos tardado una semana en dar con él –dijo Miguel–.
Extravió el camino y se adentró en la selva. Lo cual está prohibido, naturalmente. Es muy fácil perderse.
–¿Sucede con frecuencia? –preguntó la madre de Felix.