El último guardián
La abuela murió en el mes de mayo. Un mes extraño para hacerlo, el tiempo no acompaña. Parece que uno está más dispuesto a pensar en estas cosas las tardes de febrero, pero no en mayo. En mayo hace demasiado sol y todo está verde. Tal vez por eso no me sentí muy triste. O quizá fuera porque solo tenía once años y apenas veía a la abuela un par de semanas cada verano.
Lo poco que sabía de ella era que se quedó viuda antes de nacer mi madre y que nunca volvió a casarse.