Zoa y Azor
Hay un viento que sopla fuerte para Silvano, que no es de aire, sino de fuego en la mirada. Es el viento que levanta su yegua cuando va al paso, al trote o al galope, dibujándole en la expresión un algo distinto a los demás chicos de la aldea... Por lo menos eso pensaba Cosme, y sin demorarlo más decidió mandar aviso a sus padres:
–Diles que me gustaría hablar con ellos.
Silvano siempre fue un niño retraído, así que se limitó a asentir con el gesto propio de un caballo sacudiendo los belfos.