Esteban cumple siete años y su padre le regala un papagayo. A muchos niños les habría gustado el regalo, pero todo el mundo sabe que lo que Esteban quería era un tren... Bueno, todo el mundo menos su padre, que parece que no se entera de nada. Pero el papagayo resulta ser un guacamayo que habla perfectamente tres idiomas y tiene «pedigrí». ¡Vaya con el pajarito! Al menos podrá llevárselo a la escuela para que lo vean los otros niños..., aunque allí le espera una sorpresa.
Esteban cumple siete años y su padre le regala un papagayo. A muchos niños les habría gustado el regalo, pero todo el mundo sabe que lo que Esteban quería era un tren... Bueno, todo el mundo menos su padre, que parece que no se entera de nada. Pero el papagayo resulta ser un guacamayo que habla perfectamente tres idiomas y tiene «pedigrí». ¡Vaya con el pajarito! Al menos podrá llevárselo a la escuela para que lo vean los otros niños..., aunque allí le espera una sorpresa.
Un regalo de cumpleaños
Esteban estaba enfadado, muy enfadado. El enfado era morrocotudo. ¿Que por qué? Pues porque su padre le había regalado un papagayo. Macho, para más señas.
Tal vez estéis pensando que Esteban no tenía motivo alguno para estar enfadado. Que un papagayo macho de plumaje verde con la cola roja es un magnífico regalo cuando acabas de cumplir los siete años. Pero es que Esteban no quería un papagayo, quería otra cosa, quería un tren. Un tren con una potente locomotora que tirase de los vagones.