El señor Zorro es un glotón. Le encantan los libros, con sal y pimienta. Primero los lee y luego se los traga enteritos. Le gustan tanto que se ha gastado todo su dinero en libros y se los ha comido. Ya no le queda dinero y se ha ido a la biblioteca. Allí hay muchos libros. Poco después la gente ha empezado a quejarse porque faltan libros y los que quedan están chupados o mordisqueados. La bibliotecaria ha descubierto al señor Zorro y le ha prohibido la entrada. Ahora, para saciar su tremendo apetito, se va a meter en un buen lío.
El señor Zorro es un glotón. Le encantan los libros, con sal y pimienta. Primero los lee y luego se los traga enteritos. Le gustan tanto que se ha gastado todo su dinero en libros y se los ha comido. Ya no le queda dinero y se ha ido a la biblioteca. Allí hay muchos libros. Poco después la gente ha empezado a quejarse porque faltan libros y los que quedan están chupados o mordisqueados. La bibliotecaria ha descubierto al señor Zorro y le ha prohibido la entrada. Ahora, para saciar su tremendo apetito, se va a meter en un buen lío.
Al señor Zorro le gustan los libros
Al pequeño señor Zorro le gustaban mucho los libros. Pero le gustaban de un forma muy particular, pues cuando terminaba de leer alguno, se lo comía con un poquito de sal y pimienta. Así, no sólo saciaba sus ganas de aprender, sino también su hambre, que era voraz.
El pequeño señor Zorro necesitaba comer al menos tres veces a día y, como los libros eran muy caros, alimentarse le costaba mucho dinero. Con tanto gasto, los ahorros que guardaba el pequeño señor Zorro en su pequeño monedero menguaban cada día.