Malfuria
Todos los días iba allí a hablar con el viento, que a esa hora casi siempre soplaba hacia el castillo, muy por encima del puerto, y se enredaba en las nudosas ramas de los pinos. Catalina Soleado conocía al viento susurrante desde que era pequeña y sabía cuál era su nombre: el Cuento. Era cálido como el sol, tan misterioso como una de las historias que solía murmurarle bajito y delante de sus narices, y siempre conseguía hacer aparecer una sonrisa en su moreno rostro de claros ojos verdes...