Desde hace tiempo en la biblioteca transcurren los días sin que nadie altere su monotonía. Hasta que inesperadamente unos ladrones entran, tiran algunos ejemplares por los suelos y roban el primer tomo de las Obras completas de Jules Verne. A partir de este momento todo cambia. Las discusiones entre los libros, los planes de rescate, las votaciones transforman su aburrida vida. Ya no es un sitio silencioso y oscuro, ahora es el espacio donde descubrimos la personalidad de cada título y donde se planifican apasionantes aventuras. La idea de que cada libro tiene una personalidad acorde con la historia que narra es el motivo y principal acierto de esta novela juvenil. Desde Alicia en el país de las maravillas hasta Hamlet (pasando por la Biblia, La República o el Manual para la restauración de libros), los protagonista de esta historia de aventuras no dejan de mostrar su faceta humorística, al actuar acorde al género literario que inmortalizaron o emplear referencias propias. Se trata de un divertimento tan fresco como ameno que se lee con facilidad.
Desde hace tiempo en la biblioteca transcurren los días sin que nadie altere su monotonía. Hasta que inesperadamente unos ladrones entran, tiran algunos ejemplares por los suelos y roban el primer tomo de las Obras completas de Jules Verne. A partir de este momento todo cambia. Las discusiones entre los libros, los planes de rescate, las votaciones transforman su aburrida vida. Ya no es un sitio silencioso y oscuro, ahora es el espacio donde descubrimos la personalidad de cada título y donde se planifican apasionantes aventuras. La idea de que cada libro tiene una... Seguir leyendo
La expedición de los libros
Hacía semanas o quizá meses que nadie bajaba al sótano, donde se encontraba la biblioteca. Solo el zumbido del extractor de humedad, que a ratos se hacía más intenso y luego disminuía de volumen hasta volverse casi inaudible, aliviaba algo la monotonía del lugar. De pronto, en medio de la profunda oscuridad, sonó el ruido de un cuerpo al caer.
–¡Ay, ay! –se lamentó una voz infantil.
Ningún libro se atrevió a moverse. Poco después, la queja se repitió:
-¡Ay, ay! Algunos libros se agitaron en sus estantes, inquietos.