Perdido
–Un mago se parece mucho a un pirotécnico –dije.
–¿Estás hablando de explosiones, muchacho? –preguntó Nevery desde la puerta de mi taller. Llevaba en la mano su bastón de puño dorado y, debajo del brazo, su sombrero de ala ancha. Acababa de regresar de una reunión con los maestros, lo que siempre le ponía de mal humor.
–Serían explosiones controladas... – repuse.