La cabeza perdida de Damasceno Monteiro
Manolo el Gitano abrió los ojos, miró la débil luz que se filtraba por las rendijas de la chabola y se levantó, procurando no hacer ruido. No le hacía falta vestirse porque dormía vestido, la chaqueta anaranjada que le había regalado el año anterior Agostinho da Silva, llamado Franz el alemán, domador de leones desdentados en el Circo Maravilhas, hacía ya tiempo que le servía de traje y de pijama.