Curdy y el cetro de Carlomagno
Curdy hizo un enorme esfuerzo y extendió los brazos, tratando de recobrar la Corona de Hierro. Ya no importaba que la figura monstruosa de Grendel hubiese aparecido, crecido y avanzado hacia él en las tinieblas del no–tiempo. Escuchaba la voz de su madre y ahora le parecía, por encima de cualquier otro temor y por vez primera, que no estaba tamizada por altos muros de piedra.
«¡No lo consientas, atrapa la Corona!», la oyó gritar.
No podía verla y la garra de Grendel casi había logrado cerrarse alrededor de la Corona de Hierro, como si se tratase de un pesado anillo.
El chico se arrojó hacia delante. Recordó las enseñanzas de su maestro y quiso correr.