Martín Solari, un adolescente de baja estatura paseador de perros, y Ray “Brooklyn” Jackson, un gigante ex basquetbolista de los Knicks, se conocen accidentalmente y se ven involucrados en persecuciones, atentados, muertes e incendios. Al protagonizar estos hechos crece en ellos la amistad y la confianza, así como también el deseo de encontrarse con las personas más queridas. Es la organización Cierta Gente, eficiente tanto en aparentar como en resolver, la que protege y hace partícipes al grandote y al chico, a Brooklyn & medio, de la lucha contra el tráfico de armas. Una novela policial que combina acción y suspenso con el humor característico del autor.
Martín Solari, un adolescente de baja estatura paseador de perros, y Ray “Brooklyn” Jackson, un gigante ex basquetbolista de los Knicks, se conocen accidentalmente y se ven involucrados en persecuciones, atentados, muertes e incendios. Al protagonizar estos hechos crece en ellos la amistad y la confianza, así como también el deseo de encontrarse con las personas más queridas. Es la organización Cierta Gente, eficiente tanto en aparentar como en resolver, la que protege y hace partícipes al grandote y al chico, a Brooklyn & medio,... Seguir leyendo
Brooklyn & medio
Era una serena mañana de verano. Una mañana de sábado de las mejores. Mientras caminaba rápido, Martín comenzaba a sentir calor, transpiraba levemente. No es que estuviera vestido con exceso de ropa. Apenas una camiseta descolorida de los Chicago Bulls con el toro amenazante al frente y un número 32 a la espalda, un jean gastado y zapatillas de básquet negras con los cordones desatados y muy grandes para sus pies; una gorra rojinegra de visera también con el emblema de los Bulls volcada hacia atrás sobre la cabeza rapada y el walkman bien enterrado en las orejas para que no se le escapara ni un acorde, ni una frase. Su inglés no era el mejor, pero lo regocijaba la frecuencia con que los fucking y los shit proliferaban en las letras de The Dirty Pigs, su grupo predilecto. Como cualquier estudiante de idiomas, lo primero que había aprendido a reconocer eran las malas palabras.