La prosa florida y sugerente con la que el profesor y escritor Álex Mene nos cuenta la historia de Indómita y de la Aldea sin nombre fue reconocida en la primera edición del Premio de LIJ Muíño do Vento, poniendo en valor una bella leyenda, deudora de algunos de los grandes clásicos populares del subsector, mediante la que conocemos la aventura de una niña de casi catorce años que decide ser la primera persona que cruce las fronteras de la villa perdida en la que reside, situada a los pies de la Montaña Oscura. Un día de mercado, alentada por los comentarios de los mayores y las predicciones de doña Migraña, filósofa y profesora del pueblo, se siente con fuerzas para superar las brumosas y fértiles cordilleras del más lejano norte. Tal vez de esa forma pueda encontrar la solución a los problemas que en los últimos tiempos asolan a la comunidad: intensas estaciones de frío y calor que hieren el alma de los ciudadanos, plagas de insectos, pájaros enmudecidos… Solo un nuevo tallo con frutas de inmortalidad puede arreglar la inevitable decadencia en la que se encuentran desde que el árbol que garantiza la vida del pueblo ha entrado en decadencia. El autor hace gala de una valiosa economía de palabras para definir un mundo imaginario repleto de magia y sugerentes personajes (el topógrafo, la boticaria, el alcalde…); situaciones, personalidades y acciones que dibuja con leves pinceladas, configurando un universo a veces extravagante, siempre sorprendente.
La prosa florida y sugerente con la que el profesor y escritor Álex Mene nos cuenta la historia de Indómita y de la Aldea sin nombre fue reconocida en la primera edición del Premio de LIJ Muíño do Vento, poniendo en valor una bella leyenda, deudora de algunos de los grandes clásicos populares del subsector, mediante la que conocemos la aventura de una niña de casi catorce años que decide ser la primera persona que cruce las fronteras de la villa perdida en la que reside, situada a los pies de... Seguir leyendo
Indómita y la semilla de la inmortalidad
Entre las brumosas y fértiles montañas del más lejano norte, existe una aldea perdida que no tiene nombre. O, si lo tiene, nadie lo sabe.
Seguramente, en algún momento y hace ya muchos siglos, esa villa sí que tenía un nombre conocido por las gentes del entorno.