Con anterioridad seguro que has oído hablar de un concepto japonés que se ha utilizado como base para otras tramas de la literatura infantil y juvenil. Nos referimos al ikigai, que hace referencia, por buscar algún símil, a la "razón de ser" que tenemos todas las personas para seguir adelante luchando por nuestros sueños o vivir con ilusión. El narrador de esta historia es un niño, hoy adulto, que al echar la vista atrás recuerda con cariño un jarrón del que su padre siempre extraía pequeños papeles con palabras escritas que explicaba al protagonista. Tras un accidente fortuito, aquel niño rompió el jarrón, pero lejos de desechar los fragmentos el progenitor recompuso el objeto curando sus "cicatrices" con polvo de oro. Desde ese momento, el pequeño comenzó también a depositar nuevos mensajes en su interior, fraguando una vocación y, en consecuencia, el ikigai que ha perdurado y permitido escuchar la historia que ahora Fran Nuño construye para todos. Una bella glosa de las tradiciones ancestrales niponas, de la conexión entre padres e hijos y, al mismo tiempo, del arte de la escritura y del kitsugi, otro de los muchos y sugerentes términos procedentes de aquel país que el autor incluye, de forma resumida, en el epílogo para profundizar en la rica cultura oriental. Zuzanna Celej construye un ecosistema de elegantes y delicadas composiciones inspiradas, precisamente, en técnicas tradicionales de la tierra del sol naciente.
Con anterioridad seguro que has oído hablar de un concepto japonés que se ha utilizado como base para otras tramas de la literatura infantil y juvenil. Nos referimos al ikigai, que hace referencia, por buscar algún símil, a la "razón de ser" que tenemos todas las personas para seguir adelante luchando por nuestros sueños o vivir con ilusión. El narrador de esta historia es un niño, hoy adulto, que al echar la vista atrás recuerda con cariño un jarrón del que su... Seguir leyendo
El jarrón de las grietas doradas
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Mi padre coleccionaba en un gran jarrón, decorado con hermosas flores de distintos colores, aquellas palabras que más le gustaban de nuestra lengua, el japonés.
Curiosamente, todas eran palabras con un significado que no existe en otros idiomas del mundo.