El ojo del Golem
Praga, 1868
Al anochecer comenzaron a encenderse las hogueras del enemigo, una tras otra, en mayor número que cualquier noche anterior. A lo lejos, en la penumbra de la planicie, las luces lanzaban destellos como si se tratase de relucientes piedras preciosas, tan numerosas que daba la impresión de que una ciudad encantada había brotado de la tierra.