Maestro
Mi caja de limpiabotas, una manta y Lucía. Eso era todo lo que me quedaba. Y lo apreciaba mucho.
Lucía había dejado que le quitasen la otra manta unos días antes, pero no podía culparla. Era demasiado pequeña para darse cuenta. Yo había trabajado duro, pero aún me faltaban doscientos o trescientos centavos para comprarle una nueva. Mientras reuníamos el dinero, nos las arreglábamos como podíamos con la que teníamos. Aunque durante el día hacía mucho claro, las noches seguían siendo gélidas debido a al altitud.