El Jardín de Hugo
Hugo Florindón había crecido en plena naturaleza. Vivía donde la carretera asfaltada se convertía en un camino polvoriento y donde el camino polvoriento terminaba siendo un estrecho sendero.
El sendero se abría camino entre los árboles centenarios de un espeso bosque, cruzaba el arroyo del Oso Negro, se encaramaba por la montaña Solitaria y, tras un recodo a la derecha, llevaba directamente hasta la puerta de la familia Florindón.
Los Florindón eran las únicas personas que vivían en la montaña Solitaria.