Una casa en el espacio
Más adelante, mientras me enfrentaba a la polilla alfarera, o huía de los Primeros como alma que lleva el diablo, o echaba una mano con los cañones a bordo del bergantín Sophronia de Jack Havock, a menudo pensaría en mi vida y en la última tarde que pasé en Larklight, antes de que comenzaran todas nuestras desventuras.
Era una tarde perfectamente normal, con los habituales gruñidos de los conductos de aire y el siseo de las lámparas de gas de Larklight, con los acostumbrados olores a polvo, moho y col hervida (tan familiares que ya casi ni los notábamos). Ah, y mi hermana Myrtle y yo estábamos discutiendo, lo cual también era perfectamente normal.