El señor Cascarón es un hombre de costumbres férreas y escasamente comunicativo. Acostumbrado a una sobria y monótona existencia, su soledad se difumina, súbitamente, gracias a la alegría y emoción desbordante que provoca la recepción de un misterioso paquete, el Día de San Valentín, con una nota en la que alguien le confiesa su afecto. Este pequeño cambio en la grisácea rutina genera la transformación del personaje principal, que toma un chocolate de la caja como punto de inicio para una "nueva existencia". El presente, en forma de corazón, afecta a su humor, las interacciones con los demás y hasta a su forma de vestir, provocando que incluso comience a desarrollar una empatía que antes no mostraba. Pero, ¿quién está detrás de este misterioso envío? ¿Mantendrá el protagonista ese talante para siempre? Un texto original de 1991, firmado por la veterana autora norteamericana Eileen Spinelli, de quién reivindicamos también otra propuesta anterior -en Serres, 2003-, "La obra maestra de Sofía". El apartado gráfico corre a cargo del artista y profesor Paul Yalowitz, que aporta unas caricaturescas y originales secuencias en las que capta a la perfección el espíritu original del aburrido trabajador y el cambio de actitud, plasmado en variados y divertidos matices, que se produce a raíz de la inesperada sorpresa.
El señor Cascarón es un hombre de costumbres férreas y escasamente comunicativo. Acostumbrado a una sobria y monótona existencia, su soledad se difumina, súbitamente, gracias a la alegría y emoción desbordante que provoca la recepción de un misterioso paquete, el Día de San Valentín, con una nota en la que alguien le confiesa su afecto. Este pequeño cambio en la grisácea rutina genera la transformación del personaje principal, que toma un chocolate de la caja como... Seguir leyendo
Alguien te quiere, Sr. Cascarón

El señor Cascarón era alto, delgado y no sonreía. Cada mañana a las 6:30 en punto salía de su casa de ladrillos y caminaba ocho calles hasta la fábrica de cordones de zapatos donde trabajaba.
A la hora del almuerzo se sentaba solo en una esquina, se comía su bocadillo de queso y mostaza, y bebía una taza de café. A veces, llevaba una ciruela seca de postre.