La sexta edición del Premio Algar de literatura infantil recayó en el escritor conquense Pedro Ruiz, al que recordamos por interesantes novelas como "El enigma del scriptorium" (SM, 2012); texto con el que fue finalista del prestigioso Gran Angular. La trama implica a tres adolescentes que conviven en el mismo instituto: Agniezska -una chica recién llegada de Rumanía-; Miguel, que ejerce como cicerone de la joven en su nuevo entorno escolar -aprovechando sus conocimientos del idioma, (su madre es oriunda de aquel país); y Juan Vicente -Juanvivi-; un simpático y, y un tanto friki, compañero que aporta su sagacidad y particulares destrezas en el caso que se les presenta. La pandilla decide investigar, a instancias de la chica, los robos que se han producido en las tumbas de un cementerio cercano a la zona donde se ha instalado su familia, dedicada a la artesanía, en paralelo a las pesquisas oficiales que desarrolla el subinspector Delamorclaz, encargado del caso. Las ilustraciones, en blanco y negro y realizadas mediante procedimientos digitales, beben del estilo acuñado por grandes autoras del manga, como Rumiko Takahashi, puerta de entrada al cómic y a la literatura para muchas jóvenes de anteriores generaciones. A lo largo de la historia son frecuentes las referencias a diferentes iconos, textos y obras de la cultura popular, así como a formas de ocio habituales entre los chicos y chicas de esta edad (desde los juegos de Pokémon hasta la pasión por el Minecraft)
La sexta edición del Premio Algar de literatura infantil recayó en el escritor conquense Pedro Ruiz, al que recordamos por interesantes novelas como "El enigma del scriptorium" (SM, 2012); texto con el que fue finalista del prestigioso Gran Angular. La trama implica a tres adolescentes que conviven en el mismo instituto: Agniezska -una chica recién llegada de Rumanía-; Miguel, que ejerce como cicerone de la joven en su nuevo entorno escolar... Seguir leyendo
Tres detectives y un misterio

Para una vez que soy el protagonista...
—¡Al despacho de la directora!
Si escuchas esto por la megafonía de mi instituto es porque te la has cargado con todo el equipo. ¿Cuáles son las respuestas habituales del desafortunado en cuestión? Echarse a temblar, morderse las uñas, ocultar la cabeza bajo la mesa como si fuese un avestruz... Y una larga lista de cosas que alguien solo hace cuando está muerto de miedo.
Yo, en cambio, continué en mi asiento más tranquilo que los músicos del Titanic antes de naufragar.