En casa de Juan pasan cosas muy extrañas. Pero esa concatenación de hechos insólitos permite al protagonista vivir en una permanente aventura poblada de misterios en donde papá, mamá y Raspas, el gato, están también invitados. Todo parte de una obsesión: está seguro de que un día llamarán a la puerta y se presentará algún pirata, aunque en realidad los que suelen pulsar el timbre son Manolo, el cartero; y Faustino, un simpático cocodrilo cansado del zoo (y con el que duerme a menudo). El animal humanizado es parte fundamental de la historia. Sus vivencias y el apoyo que brinda al protagonista en su deseo por celebrar por todo lo alto un cumpleaños familiar convierten al reptil en compañero inesperado en la aventura, jalonada en todo momento de situaciones absurdas y escenas propias del género nonsense que ayudan a entender un poco más la intrahistoria del hogar. A lo largo de las alocadas andanzas tendremos ocasión también de certificar la "profecía": los bucaneros ya están aquí. Apuntes gráficos salpican la narración, tan juguetona como los nombres de la tripulación que navega entre sus páginas (Natacha Mono Ágil, Capitana Zaida Furia, Capitán Lucas Pata de Cabra, Bruno Verde Manzana...); dispuesta en capítulos muy breves que confluyen en un evocador homenaje a uno de los mayores tesoros: la lectura y el diálogo posterior en torno a ella y en la mejor compañía.
En casa de Juan pasan cosas muy extrañas. Pero esa concatenación de hechos insólitos permite al protagonista vivir en una permanente aventura poblada de misterios en donde papá, mamá y Raspas, el gato, están también invitados. Todo parte de una obsesión: está seguro de que un día llamarán a la puerta y se presentará algún pirata, aunque en realidad los que suelen pulsar el timbre son Manolo, el cartero; y Faustino, un simpático cocodrilo cansado del zoo (y con... Seguir leyendo
PIRATAS IMPUNTUALES

Esperando a los piratas
- Un día llamarán a la puerta y serán los piratas. -Juan siempre había avisado-. Ya lo verás, mamá.
- Claro, Juan, claro. -respondía mamá mientras hacía más de diez cosas a la vez.
Juan sabía que eran tantas porque las había contado. Cuando estaba aburrido, se tiraba en el sillón y miraba a mamá como si fuera la tele.