Una semana en Lugano
Todo comenzó aquel día en que Pedro salió de su casa para esperar el autobús del colegio. En vez del autobús se topó con un auténtico tanque de guerra. Bajó de él un soldado vestido con un flamante traje del Ejército, se puso enfrente y le gritó:
–¡Número 23!
–¡Presente! –contestó Pedro de manera automática, ya que ése era su número de la lista en el colegio.
–Tengo órdenes de llevarlo al cuartel.
–Pero...
–Tengo órdenes de no dejarlo hablar hasta que lleguemos con mi general.
–Pero... no hubo pero que valiera porque otro soldaod bajó del tanque, lo cargó con un solo brazo y lo metió adentro.