Al asalto del cielo. La leyenda de la Aeropostal
Aunque es poco habitual, yo incluso diría raro, en algunas ocasiones se puede ver el momento exacto en que nace una vocación. Yo vi nacer con mis propios ojos la de mi hermano Henri.
Tenía catorce años y, desde hacía varios meses, nuestro pueblecito estaba irreconocible. Normalmente, Bouy tiene trescientos habitantes y cincuenta caballos, granjas cuidadas alineadas a lo largo de las calles, campos y bosques bien cuidados alrededor. La granja de nuestro padre se sitúa en el corazón del pueblo, muy cerca de la iglesia románica. En torno al gran patio central se encuentran la vivienda, el granero y por supuesto la pocilga: somos criadores de cerdos.