La embajada de Rui
Reconozco que, cuando recibí la orden de presentarme en la capital en el plazo de tiempo más breve posible, sentí el familiar cosquilleo que sigue al inicio de las campañas militares más duras. No se me dio ninguna explicación, algo que tampoco era extraño. Como soldado, sabía que debía obedecer sin hacer preguntas, así que dejé el puesto fronterizo del que era responsable y partí tras dar unas cuantas instrucciones a mi segundo al mando.