Rebelde
Salté la tapia por un lugar donde la alambrada que la remataba estaba rota, y me dejé caer sobre el césped del otro lado.
Era la primera vez en muchos meses que hacía algo ilegal, desde aquella época que una y otra vez volvía a mi memoria. Pero apenas podía decirse que aquello fuese un delito. Era agosto, hacía mucho calor, allí había un club privado con una buena piscina, y yo llevaba el bañador puesto bajo los vaqueros.