Mario tiene un hijo de diez años, una esposa y una enfermedad terminal. No quiere morir antes de haber viajado con su hijo en camión e inventa una entrega de mercancía para viajar por carreteras con su hijo Lito, desdeñando su propio estado de salud, ya bastante deteriorado. Lito no sabe la gravedad del estado de su padre y vive una aventura inolvidable con Mario sin saber que será la única y la última. Mientras tanto, Elena, la esposa de Mario y madre de Lito, los espera con un nudo en la garganta y en medio de su ansiedad y confusión inicia una relación con el doctor de su marido en la que el deseo sexual y lo carnal desplazan el dolor emocional. Una novela contenida escrita a tres voces que capta la interioridad de los personajes a medida que viven una experiencia extrema.
Mario tiene un hijo de diez años, una esposa y una enfermedad terminal. No quiere morir antes de haber viajado con su hijo en camión e inventa una entrega de mercancía para viajar por carreteras con su hijo Lito, desdeñando su propio estado de salud, ya bastante deteriorado. Lito no sabe la gravedad del estado de su padre y vive una aventura inolvidable con Mario sin saber que será la única y la última. Mientras tanto, Elena, la esposa de Mario y madre de Lito, los espera con un nudo en la garganta y en medio de su ansiedad y... Seguir leyendo
Hablar solos
Entonces me pongo a cantar y se me agranda la boca. A papá le da risa verme así de contento. Pero mamá no se ríe. Llevaba pidiéndolo no sé cuántos veranos. Siempre me contestaban lo
mismo. Más adelante. Odio que digan eso. Me imagino una cola larguísima de niños y que yo soy el último. Esta vez discutieron. En voz baja. Moviendo mucho los brazos. Se encerraron los dos en la cocina. No me gusta nada que hagan eso. ¡La cocina es de todos! apoyé la oreja en la puerta. No se escuchaba bien. Al rato salieron. Mamá estaba muy seria. Se asomó a la ventana. Se sonó la nariz. Después vino y me dio un beso en el flequillo. Papá me pidió que me sentara con él. Así, como si tuviéramos una reunión. Me apretó las manos y dijo: Ya eres un hombre, Lito, vamos. Y me puse a saltar encima del sofá.