El secuestro del trol
El bote bailaba torpemente al cruzar desde la zona de pesca, inclinándose y balanceándose sobre las rápidas olas a la entrada del fiordo. Su tripulación, un hombre y un muchacho, se movía adelante y atrás sin parar al manejar los dos pares de remos en el agua alborotada.
El chico, que remaba en la proa, miró por encima de la espalda inclinada de su compañero. Al oeste, más allá de las islas, el viento abría una larga grieta amarilla en las nubes, y el brillo del sol poniente asomaba a través de la tormenta salpicando el agua con reflejos llameantes.