La estrella del mal
Los ojos del anciano reflejaban las últimas llamas del fuego. El sol se había puesto y las sombras empezaban a cernirse en torno a él. Muy lejos, un enorme cóndor volaba describiendo perezosos círculos, hasta que se lanzó en picado hacia la tierra. Después se hizo el silencio más absoluto. La noche se hallaba a un simple suspiro de distancia.
–Vendrá –dijo el anciano. Hablaba un idioma extraño, conocido por muy poca gente–. No es necesario que enviemos a alguien a buscarlo. De todos modos, vendrá.