La gran batalla
Los dos hombres de la limusina negra ya habían rodeado el teatro dos veces. Se detuvieron al otro lado de la calle, frente a la puerta principal. La temperatura exterior superaba los treinta grados, pero habían encendido el aire acondicionado y el coche parecía una nevera. Aguardaron en silencio. Ambos habían trabajado juntos durante muchos años y se despreciaban mutuamente. No tenían nada que decirse.