Miedos de invierno
La primera gota me despertó en la mañana.
La noche entera las había sentido caer sobre el tejado con ese inusual concierto de cadencias que solía desconcertarme no tanto por el ruido, sino en virtud de su esencia perdurable, insistente, monótona.
Había entrado un frente frío. Pasajero. Leve, según dijo Meteorología.
Se entiende que yo había dormido fatal. Terrible. Muy mal. ¡Tuve un pésimo sueño, qué horror! Ni dormir se puede ya, me dije nada más abrir los ojos.
Y ahí estaba la gota, dibujándose en el techo de mi dormitorio.
¿Desde dónde venía? La casa era tan moderna y no cabía pensar siquiera en una filtración...