Contrabando
Allí estaban otra vez. Desde mi habitación en el ático miré sorprendida aquellos destellos de luz distantes, apenas visibles, por encima de los tejados. Me había quedado despierta hasta tarde hablando a través de Internet con mis amigos de Estados Unidos, y, antes de irme a la cama, eché un vistazo por la ventana. Fue entonces cuando descubrí la luz.
Llevaba más de cinco minutos destellando y yo estaba segura de que era una señal. No era exactamente un SOS –había contado los destellos y no eran tres largos, tres cortos y tres largos, como la señal de socorro–, aunque la luz se encendía y se apagaba una y otra vez, como diciendo «¡Eh, estamos aquí!».