Nadia viaja en tren desde Trieste a Venecia, donde va a vivir a partir de ahora. Su padre, que tiene que trasladarse a Viena por motivos de trabajo, se reunirá con ella una semana después. Mientras tanto, ella va a vivir sola en su amplio apartamento. Aunque solo tiene trece años, no tiene miedo y le atrae la aventura de tener que manejarse sola en esa ciudad desconocida y hermosa, a punto de celebrar el carnaval. Cuando el tren se detiene un momento en medio de la noche, Nadia se asoma a la ventanilla. Lo que ve le hiela la sangre. Sus ojos se cruzan con los de un asesino. La vulnerabilidad de la protagonista de esta novela de terror resalta situada en una Venecia en plena celebración del carnaval. Contrastan su soledad, su aislamiento y su angustia con la multitud deshumanizada que la rodea y que sin embargo no le sirve de ayuda. La ciudad cobra un protagonismo que rebasa el de un mero marco, es un escenario onírico y opresivo que, sin perder belleza, amplifica la tensión y en el que todo parece posible. La identificación con la muchacha y la puesta en escena, que tiene mucho de cinematográfica, mantienen en suspenso hasta el desenlace, en el último momento.
Nadia viaja en tren desde Trieste a Venecia, donde va a vivir a partir de ahora. Su padre, que tiene que trasladarse a Viena por motivos de trabajo, se reunirá con ella una semana después. Mientras tanto, ella va a vivir sola en su amplio apartamento. Aunque solo tiene trece años, no tiene miedo y le atrae la aventura de tener que manejarse sola en esa ciudad desconocida y hermosa, a punto de celebrar el carnaval. Cuando el tren se detiene un momento en medio de la noche, Nadia se asoma a la ventanilla. Lo que ve le hiela la sangre. Sus ojos se cruzan con los de un... Seguir leyendo
Pájaro veneciano
Nadia deseaba hacer sola el viaje en tren, pero su padre se había opuesto con firmeza desde el primer momento, alegando que todavía era demasiado joven para no ir acompañada, aunque el trayecto Trieste-Venecia fuese relativamente corto.
–Solo tienes trece años –le recordó.
–Pronto cumpliré los catorce. Casi soy una mujer. Todas mis amigas han ido alguna vez solas en tren –protestó Nadia.
–No es cuestión mía si sus padres se lo permiten; pero eres mi hija, menor de edad, y no voy a consentirlo –concluyó, tajante.