De Victoria para Alejandro
El mar estaba en calma y la nave, con todas las velas hinchadas, se deslizaba como un pájaro sobre la superficie del mar. Los remeros habían recogido los remos y descansaban en sus bancos.
En la popa, sentada sobre unos almohadones, Victoria escribía en un papiro. Era una adolescente de pelo color miel, figura espigada y ojos claros, verdosos. Iba vestida con una túnica blanca de buen tejido, pero de corte muy sencillo, y con un manto de lana fina color verde. Vestida de otra forma más llamativa, tal vez hubiese parecido hermosa. Así, resultaba insignificante.