Ledicia Costas confecciona sus historias con una prosa sensible y elegante que le ha proporcionado reconocimientos tan importantes como la inclusión en la lista de Honor del IBBY o el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. A través de las relaciones personales entre varios jóvenes y la historia de amor y amistad surgida en un chat, reproducido fielmente con su estética original en algunos pasajes del libro, descubrimos un execrable caso de acoso escolar esbozado en la aventura de Isla, una chica que acaba de llegar nueva a la ciudad. En un vértice de este triángulo de sentimientos, de final sorprendente, encontramos a Mar y Marcos, y en el lado opuesto a Carballo. El tercer punto del emocionante relato lo constituye su inesperada conexión con Júpiter, un desconocido pero atrayente joven con el que comparte afición por la astronomía. Una novela adictiva y muy bien escrita, originalmente concebida en la lengua materna de la autora, que conmueve y visibiliza algunas lacras presentes en nuestra sociedad contemporánea. Cada capítulo se introduce con pasajes de otras historias firmadas por notables autores, como Agustín Fernández Paz, Michael Ende, Salinger o Dickens entre otros, o por iconos del pop contemporáneo, como The Smashing Pumpkins.
Ledicia Costas confecciona sus historias con una prosa sensible y elegante que le ha proporcionado reconocimientos tan importantes como la inclusión en la lista de Honor del IBBY o el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. A través de las relaciones personales entre varios jóvenes y la historia de amor y amistad surgida en un chat, reproducido fielmente con su estética original en algunos pasajes del libro, descubrimos un execrable caso de acoso escolar esbozado en la aventura de Isla, una chica que acaba de llegar nueva a la ciudad. En un... Seguir leyendo
El corazón de Júpiter
Conoció a Júpiter la madrugada del 24 de junio. Ella estaba convencida de que no existía en el mundo fuerza alguna que hubiera podido impedir aquel encuentro. Eran como dos estrellas que acaban unidas porque ese es su destino. Puede que pasen milenios y milenios viajando en solitario, perdidas en el vértigo de su propia soledad. En algún momento sus órbitas cambiarán el rumbo y se irán acercando más y más hasta colisionar de manera irremediable.