La vida de Anarina y la de Juan, simétricas, se encuentran en la encrucijada de la pobreza. Pero su amor sobrevive a las desdichas y abandonan la ciudad para sembrar la esperanza en la tierra de origen. Sin necesidad de que aparezcan nombres de mapa, en esta obra triste y hermosa, pero abierta a la esperanza, se cuentan los últimos años de la historia de Argentina a ritmo de balada. Podría ser la historia de cualquier país, incluido el nuestro. De esa enseñanza puede nacer la solidaridad.
La vida de Anarina y la de Juan, simétricas, se encuentran en la encrucijada de la pobreza. Pero su amor sobrevive a las desdichas y abandonan la ciudad para sembrar la esperanza en la tierra de origen. Sin necesidad de que aparezcan nombres de mapa, en esta obra triste y hermosa, pero abierta a la esperanza, se cuentan los últimos años de la historia de Argentina a ritmo de balada. Podría ser la historia de cualquier país, incluido el nuestro. De esa enseñanza puede nacer la solidaridad.
El país de Juan
Los abuelos de Juan vivieron mucho tiempo de unas vacas que heredaron. Ordeñaban mañana y tarde las vacas y con la leche hacían queso y manteca, y así se alimentaban. Trabajaban mucho en el campo y con lo que ganaban podían mandar a sus hijos a la escuela y comprarles cuadernos, zapatos y abrigo.