Continúan los crímenes en Roma
Llevaba dos años sin separarme de mi espada, por lo que temía el momento de tener que entregarla en el puesto de guardia de la policía de Roma. Para cualquier militar, extraviar o vender la espada estaba castigado con la pena de muerte, de modo que era un asunto muy serio. La capital del imperio, en cambio, tenía sus propias leyes. Roma, que había conquistado el mundo gracias a las armas, tenía prohibida la entrada de estas en la ciudad, lo que no impedía que los ciudadanos tuviesen sus propios medios de defensa: estiletes, cuchillos y dagas de pequeño tamaño. Si algo abundaba en Roma, sobre todo por la noche, eran los asesinos, los atracadores y los secuestradores, de ahí que se dijera que antes de salir de madrugada era conveniente haber hecho testamento.