Los enemigos de Júpiter
Jonatán ben Mardoqueo contempló la carne chamuscada.
Es horrible –le dijo a su amigo Lupo con un hilo de voz–. Horrible.
Lupo no respondió, pues no tenía lengua, y se limitó a asentir.
Los dos niños, agachados delante de un horno de ladrillos, miraban hacia el interior por la boca en forma de arco: en una fuente, sobre las relucientes brasas, había una renegrida pierna de venado.