Daniel, en clase, era el filósofo: «el Filo». Con él están Otli, Lilibeth y «el Picas». Juntos se dedican a resolver un caso de robo para lo cual emplean su capacidad de deducción. Un relato de intriga policíaca escrito con un lenguaje coloquial, sentido crítico y una buena ración de humor. La autora plantea una trama intrigante y misteriosa que mantiene la tensión del lector, ávido de obtener respuestas. Describe con perfección y soltura personajes y situaciones.
Daniel, en clase, era el filósofo: «el Filo». Con él están Otli, Lilibeth y «el Picas». Juntos se dedican a resolver un caso de robo para lo cual emplean su capacidad de deducción. Un relato de intriga policíaca escrito con un lenguaje coloquial, sentido crítico y una buena ración de humor. La autora plantea una trama intrigante y misteriosa que mantiene la tensión del lector, ávido de obtener respuestas. Describe con perfección y soltura personajes y... Seguir leyendo
Filo entra en acción
Otli tenía el pelo corto y erizado, rojo como una zanahoria, y las orejas gachas de soplillo. Era delgado y alto con la piel llena de pecas. Pero éstas no eran los graciosos puntitos que con frecuencia caen tan bien en las narices respingonas de las chicas. Otli tenía todo el cuerpo blanco y marrón como un perro foxterrier; como si se hubiese puesto cerca de un pintor que pulverizase de marrón una pared blanca. Dos de sus manchas causaban verdadero asombro. Una en el carrillo izquierdo, que parecía África, hasta con El Cairo y el cabo de Buena Esperanza. Otra junto al ombligo, a la derecha, del tamaño de la uña del pulgar, en forma de corazón y con un pequeño tallo arriba, en el centro. Igual que el as de picas de la baraja francesa.