Una trepidante trama de intriga sirve de excusa para que el autor nos enseñe una buena forma de enseñar las matemáticas: presentándolas como un juego fácilmente resoluble mediante una mente abierta, un poco de inteligencia y mucho ingenio.
Una trepidante trama de intriga sirve de excusa para que el autor nos enseñe una buena forma de enseñar las matemáticas: presentándolas como un juego fácilmente resoluble mediante una mente abierta, un poco de inteligencia y mucho ingenio.
El asesinato del profesor de matemáticas
Nada más oírse el timbre que daba por finalizada la clase, él les dijo:
–Adela, Luc, Nico, quedaos un momento, por favor.
Los tres aludidos abrieron primero los ojos y después se miraron entre sí. El que menos, se aplastó en el asiento como si acabasen de pegarlo con cola de impacto. El resto de los alumnos se evaporó en cuestión de segundos. Algunos les lanzaron miradas de ánimo y solidaridad, otros de socarrona burla.
–A pringar –susurró uno de los más cargantes.
Adela, Luc y Nico se quedaron solos. Solos con Felipe Romero, el profesor de matemáticas.