Leyendas de los Otori. La red del cielo es amplia
Los pasos eran tan ligeros que apenas se distinguían entre la infinidad de ruidos del bosque otoñal: el susurro de las hojas que se dispersaban bajo el viento del noroeste; el distante agitar de alas de los gansos que volaban hacia el sur; el eco de los sonidos de la aldea, allá lejos, a los pies de la montaña. Aun así, Isamu escuchó las pisadas y las reconoció.
Colocó la herramienta para cavar sobre la hierba húmeda, junto con las raíces que había estado recogiendo, y se apartó. Su afilada hoja le hablaba, y él no deseaba ser tentado por arma alguna. Se giró en la dirección por la que se aproximaba su primo y aguardó.