Apocalypse
Llegaron de noche, a bordo de un barco negro y esbelto. Salieron remando de la ensenada que había en el extremo sur de la isla, dejaron atrás el rompeolas y las casas, y continuaron hacia el farallón que se elevaba en la punta nordeste, todavía oculto a la vista debido a la espesa niebla. Avanzaban en silencio, con las manos mojadas y frías, a través del aire helado que precede al amanecer.