Más allá de los dos ríos (Kaopi)
El viento cambió de dirección. La gacela levantó la cabeza y olisqueó el peligro. Todo su cuerpo se envaró, dispuesto a saltar, a catapultarse hacia delante a la menor señal. Los músculos se tensaron bajo la suave piel de color claro que semejaba una mancha curiosa entre las cien tonalidades verdes del entorno. Sobrevino una crispada espera. Kaopi bajó el arco y la flecha. Ningún ruido. La gacela se movió inquieta. Sus ojos buscaron, buceando en las profundidades de la selva. Un paso, dos, tres. Nada. Luego miró más allá de la linde tras la cual surgía el páramo, y en él la reducida manada compuesta por no más de dos docenas de animales.