Cuenta saldada
Bueno, a lo que iba, que allí me encontraba yo caminando aquella tarde hacia la oficina de la gestoría de mi padre, que se había suicidado quince días antes.
Nadie sabía que yo iba allí. O sea que había cogido las llaves de un cajón de casa sin que mi madre se enterase, pues no me hubiese dejado, me diría que no tenía por qué ir allí y todo eso.