El Cerezo
La pequeña Marina solía pasar los veranos en un pueblo en la montaña, donde vivían sus abuelos.
Aquel verano, su abuelo le regaló un arbolito.
Juntos lo plantaron y su abuelo le dijo que ese árbol daría un delicioso fruto de color rojo. Pero para poder comérselo, había que esperar y tener paciencia.
Pasaban los días y el cerezo no parecía crecer. Impaciente, Marina pensó que quizá no lo cuidaba como es debido, y por eso empezó a cuidar del árbol de una manera muy especial.