Jutta Ritcher se mete en la piel de Anton, un perro pastor alejado de su Hungría natal y apegado a su instinto protector. Con un lenguaje sencillo y una prosa lúcida y cautivadora, Anton cuenta sus experiencias en su nuevo hogar, mostrando su extrañeza por las costumbres de unos humanos a los que no entiende y que no parecen comprender las necesidades de un animal de su raza. Inocentes malentendidos, situaciones humorísticas y emotivas y tiernas imágenes, harán que el lector tome partido a favor del protagonista.
Jutta Ritcher se mete en la piel de Anton, un perro pastor alejado de su Hungría natal y apegado a su instinto protector. Con un lenguaje sencillo y una prosa lúcida y cautivadora, Anton cuenta sus experiencias en su nuevo hogar, mostrando su extrañeza por las costumbres de unos humanos a los que no entiende y que no parecen comprender las necesidades de un animal de su raza. Inocentes malentendidos, situaciones humorísticas y emotivas y tiernas imágenes, harán que el lector tome partido a favor del protagonista.
Yo aquí sólo soy el perro
Qué día de otoño. Qué condenadamente bello día de otoño. Tiempo para perros. Auténtico día para perros. Sol, cálido como la leche materna. Cálido como lamerse la barriga. Y harto de comer. Harto de beber. Harto de cazar. Esta vez, casi la habría atrapado, a la liebre. No faltó mucho. Si no hubiera sido por la obligación. Me distrajo una décima de segundo.