Que el dinero posee la dudosa virtud de trocar opiniones y afectos es sobradamente conocido, pero Mark Twain, con la socarronería que le caracteriza, lleva el asunto hasta el absurdo paródico a través de la historia de un acomodado norteamericano, quien sufre un revés de la fortuna al naufragar su barco de recreo y, por carambola del destino, acabar en el puerto de Londres. Allí se verá convertido en víctima de la apuesta de dos ancianos acaudalados y ociosos, que no tienen mejor pasatiempo que apostar sobre las posibilidades de supervivencia de un individuo que "solo" posea un único billete, valorado en un millón de libras, para el que difícilmente hallará cambio en comercio alguno. Para saber cómo el bueno de Henry salió del enredo y, en el proceso, consiguió amor, trabajo y fortuna, hay que leer este delicioso cuento, del que solo resulta incomprensible la escasa crítica que Twain -quizá por no resultar amargo- dedica a quienes banalizan el infortunio ajeno.
Que el dinero posee la dudosa virtud de trocar opiniones y afectos es sobradamente conocido, pero Mark Twain, con la socarronería que le caracteriza, lleva el asunto hasta el absurdo paródico a través de la historia de un acomodado norteamericano, quien sufre un revés de la fortuna al naufragar su barco de recreo y, por carambola del destino, acabar en el puerto de Londres. Allí se verá convertido en víctima de la apuesta de dos ancianos acaudalados y ociosos, que no tienen mejor pasatiempo que apostar sobre... Seguir leyendo
El billete de un millón de libras
Cuando tenía veintisiete años trabajaba para un corredor de minas en San Francisco y era un experto en todos los detalles del comercio de valores. Estaba solo en el mundo, y de nada dependía más que de mis habilidades y mi impecable reputación; pero estas cualidades me iban a llevar por el camino de una fortuna futura, y esa perspectiva me alegraba.
Era libre a partir del sábado por la tarde, tras la sesión de Bolsa, y tenía por costumbre salir a navegar con un pequeño barco de vela por la bahía. Un día me aventuré demasiado lejos y fui arrastrado mar adentro. Cuando empezó a caer la noche casi había perdido la esperanza, me recogió un pequeño bergantín que ponía rumbo a Londres...