La familia de Paula y Beto desean una casa en la playa rodeada de naturaleza, pero cuando la obtienen, comienzan a modificar su entorno: limpian matorrales, echan cemento, traen un perro… es como si gritaran “Esta casa es mía”. La familia tendrá que prestar atención y escuchar la voz de los animales que también gritan: “Esta casa es mía” Historia, que, con lenguaje sencillo y poético, refleja la belleza de la naturaleza y su frágil equilibrio.
La familia de Paula y Beto desean una casa en la playa rodeada de naturaleza, pero cuando la obtienen, comienzan a modificar su entorno: limpian matorrales, echan cemento, traen un perro… es como si gritaran “Esta casa es mía”. La familia tendrá que prestar atención y escuchar la voz de los animales que también gritan: “Esta casa es mía” Historia, que, con lenguaje sencillo y poético, refleja la belleza de la naturaleza y su frágil equilibrio.
¡Esta casa es mía!
Paula y Beto vivían con sus padres en un departamento. Y querían tener una casa de campo. Les encantaba salir a pasear los fines de semana. Iban a la casa de los abuelos, al parque, al cine. A veces hacían viajasen coche más lejos. A la casa del tío, o por una larga carretera, que acababa en una playa casi desierta, donde pasaban todo el día. Un domingo en esa playa, mientras Paula y su hermano jugaban cerca del mar, el padre se puso a hablar con un pescador, al lado de una canoa, debajo de un árbol. Mientras volvían a casa, su padre les contó a sus hijos:
-¿Me vieron hablar con Zé Juca?
Pues miren, estoy pensando comprar ese terreno que tiene al lado de la playa…
-¿Un terreno?, ¿cuál, ¿para qué?